Si hay algo en lo que cada vez hay más consenso en el ámbito de la empresa, es que todo evoluciona cada vez más rápido, y que la tecnología ha hecho que las posibilidades de cambio cada vez sean más altas.
Ante este escenario tan volátil, las posiciones de dominio sobre un mercado, las ventajas competitivas, son cada vez más efímeras.
Sólo una búsqueda incesante de la mejora y evolución permiten mantenerte en la cima.
Sin embargo, hay organizaciones donde parece no haber calado este mensaje. O al menos, no está tan interiorizado como piensan.
Muchos de ellos padecen dentro de sus órganos de dirección el denominado síndrome de Procusto.
La historia de Procusto, también conocido como «Procusto el estirador» o «Procusto el posadero», proviene de la mitología griega. Procusto era un bandido que poseía una posada en las afueras de la ciudad de Eleusis, ubicada en la región de Ática.
La leyenda cuenta que Procusto tenía una cama de hierro en su posada. Cuando los viajeros se detenían allí para descansar, él les ofrecía una noche de alojamiento gratuito. Sin embargo, tenía un oscuro propósito: hacer que los cuerpos de sus huéspedes se ajustaran perfectamente a su cama.
Si los viajeros eran más altos que la cama, Procusto los acostaba en ella y los estiraba violentamente para que encajaran, amputando las partes del cuerpo que sobresalían. Por otro lado, si los viajeros eran más bajos que la cama, Procusto los estiraba mediante la aplicación de torturas y fuerza física para ajustarlos a la longitud de la cama.
Procusto creía que su lecho de hierro debía ser la medida perfecta y que todos los que se alojaran en su posada debían adaptarse a él sin importar el costo humano. Este proceso de ajuste forzado, violento y deshumanizante, fue conocido como «ajuste a la medida de Procusto».
La historia de Procusto se ha convertido en una metáfora poderosa para describir la actitud de imponer una norma rígida o estándar a las personas, ignorando sus características individuales y forzándolas a adaptarse a esa norma.
En el contexto empresarial, el Síndrome de Procusto se refiere a la tendencia de limitar el potencial de los empleados y de las ideas al tratar de ajustarlos a un patrón predefinido, en lugar de permitirles desarrollar su singularidad y aportar su valor único.
Esta historia mitológica es un recordatorio de los peligros de la homogeneización, la falta de flexibilidad y la negativa a aceptar la diversidad en todas sus formas. En lugar de imponer estándares restrictivos, las organizaciones pueden beneficiarse al valorar y celebrar las diferencias individuales, fomentando un entorno inclusivo y propicio para el crecimiento y la innovación.
«La grandeza no se logra anulando a quienes te rodean, sino inspirándolos para que también alcancen su máximo potencial».
Michelle Obama