La época de las empresas con ventajas competitivas duraderas en el tiempo se acabó. Factores como la digitalización y la globalización han cambiado las reglas del juego. Hoy puedes ser una startup y en cinco años ser un unicornio (empresa valorada en 1.000.000.000 $). O puedes ser el líder en tu sector y en menos de diez años haber desaparecido.
Esto está obligando a la empresas a evolucionar constantemente, a reinventarse. Es necesario un análisis continuo de las necesidades del mercado para buscar que producto o servicio encaja mejor.
Ocurre que esa necesidad de evolución y de agilidad a la hora de adaptarse a los nuevos mercados, no puede depender sólo de la dirección de las empresas. Aquellos tiempos en los que primaba el sector secundario, donde un trabajador podía estar toda una vida tickando a la misma hora y desarrollando la misma tarea, se acabó.
Nuestros ingresos solo pueden aumentar en la medida que aumentamos el valor que aportamos a la sociedad. Y para eso da igual que seamos empleados por cuenta propia o por cuenta ajena, es necesaria la formación continua, las ganas de mejora. Debemos ser expertos en nuestro sector, formarnos y aprender las técnicas y herramientas que nos ayuden a ser un poco mejores cada día.
Y no solo es importante convertirse en un experto, hay que comunicarlo. Las empresas cada vez trabajan más su estrategia de posicionamiento y branding, es decir, como quieren ser percibidos por los clientes. Pero ocurre, y sobre todo en el sector servicios, que el trato final con el cliente lo tienen los empleados, por lo que sobre su forma de transmitir y de actuar, recae un gran peso de lo que finalmente este percibe.
Es a consecuencia de esto, que los trabajadores «marca blanca» tienen los días contados. Cada vez se potencia más en las empresas el personal branding por parte de los trabajadores. Ya no vale sólo con ser buenos, con ser expertos, también hay que transmitirlo.
Pero no podemos perder nuestra esencia, nuestra autenticidad. Por intentar que el público nos perciba como referentes, no debemos proyectar una imagen distorsionada de nosotros. Publicaba Pere Maymi, referente del marketing en nuestro país, un post en su blog sobre los cánones de belleza y los estereotipos, y no puedo estar más de acuerdo. Hay que cuidar la imagen, pero sin dejar de lado quien somos en realidad.
Los empleados son los principales embajadores de las marcas y por eso es clave que se sientan alineados con los valores de estas. La dirección de las empresas cada vez apuestan más por personas que quieren crecer y hacer crecer a los demás.