Desde que inicié mis estudios en Administración y Dirección de empresas he estado rodeado de números. Es más, soy un apasionado de los números. Me gusta medirlo todo.
A nivel empresarial estamos rodeados de ratios. Unos ratios que en base a variables previamente definidas , nos ofrecen información sobre el desarrollo de nuestros negocios.
Con estos ratios siempre nos han dicho que debemos buscar la máxima eficiencia. Pero, ¿y si la eficiencia tal y como la entendemos no es buena?
Cuando hablamos de eficiencia, pensamos en conseguir un beneficio económico con los menores costes posibles, pero esto significa «eficiencia medible».
Al pensar en eficiencia pensamos en costes, que es lo más fácilmente medible y dejamos a un lado otro tipo de beneficios que son más difíciles de medir, como los beneficios sociales.
Dado que los beneficios económicos son más fáciles de medir que los beneficios sociales, la eficiencia nos dirige hacia una moralidad económica que puede provocar inmoralidad social.
Recortamos en investigación, obviamos los daños que causamos al medio ambiente o incluso tomamos medidas que generan aumento en la brecha social, pero no importa, porque somos eficientes.
Es por eso, que si no ponemos las cifras en su adecuado contexto, no me gusta la eficiencia.
Qué grandísima verdad, Toni!. Todo se puede integrar, el beneficio económico con la redistribución de riqueza y el respeto al medio ambiente 😉
Así es Lorena, hay que humanizar las empresas y pensar en las personas, no sólo en los números. Y por supuesto, intentar poner nuestro granito de arena para crear una sociedad más justa y no esperar que las administraciones lo hagan todo.