Leía hace unas semanas un artículo en El Economista que hacía mención a la supuesta mala suerte que hemos tenido los millennials. Habíamos sufrido la crisis ocasionada por la burbuja inmobiliaria y ahora nos íbamos a encontrar con la crisis por el COVID-19.
Los modelos macroeconómicos vaticinan elevadas tasas de paro entre ese segmento de población que nos encontramos entre los 25 y 35 años y los analistas nos pintan un futuro realmente negro.
Pero yo analizo el pasado y me pregunto en que momento las cosas han sido fáciles. Nuestros abuelos vivieron una guerra, pasaron hambre y desarrollaron su vida laboral en sectores en los que la mano de obra poco cualificada predominaba frente a puestos más técnicos. Horas y horas en el campo, en las fábricas, en las minas. ¿Acaso ellos lo tuvieron más fácil que nosotros?
Nuestros padres vivieron una dictadura y la crisis de los 90, con devaluaciones de la peseta y con un paro que rozó el 25%. ¿Fueron ellos entonces los que lo tuvieron más fácil?
Y ahora llegamos nosotros, «la generación mejor preparada», los «pupas» de este cuento.
Quizás el primer error que se ha cometido ha sido el de calificarnos como la generación mejor preparada. Estoy de acuerdo en que somos la generación más formada, ya que sin duda hemos tenido un acceso mucho más fácil a una formación superior que nuestros padres o abuelos. Pero formado no es lo mismo que preparado.
Somos una generación criada entre algodones, a la que se nos han concedido todos los caprichos y a los que se nos han regalado los oídos diciéndonos que somos muy buenos y que nos lo merecemos todo. Pero la realidad es mucho más dura y sólo a base de caernos y luchar hemos descubierto la cruda realidad.
Un mundo más globalizado ha eliminado fronteras, ha posibilitado la creación de nuevos modelos de empresas y la migración de personas en búsqueda de trabajo. Y esto nos obliga ser mucho mas competitivos. Entonces, yo me pregunto: ¿que mejor generación que la nuestra, que somos nativos digitales y que además hemos recibido una formación académica superior, para tirar del carro?
No debemos ser los pupas del cuento, sino los héroes. Aquellos capaces de generar ventajas competitivas en una situación nueva para todos, aquellos capaces de crear empresas y modelos de negocio adaptados a este nuevo escenario que nos encontramos.
Eduard Punset decía que objetivamente estamos mejor que nunca, pero subjetivamente nos econtramos muy insatisfechos. Y esto se debe a que hemos vivido con un exceso de expectativas.
En otras épocas de la historia se esperaba muy poco y las expectativas se podían satisfacer con facilidad. Ahora ocurre lo contrario, como no podemos alcanzar todo lo que se nos ofrece, nos sentimos defraudados. La frustración no procede de la necesidad sino del exceso de expectativas.
Es por eso que nuestra primera actitud frente a la vida debería ser de agradecimiento por lo que tenemos.
«Uno de los grandes retos para la educación está en enseñar a disfrutar de lo que se tiene»
José Antonio Marina